top of page

Ya han pasado 4 años

  • 8 dic
  • 3 Min. de lectura

Mi agradecimiento a bomberos y sanitarios y cuerpos de seguridad y amigos que colaboraron en mayor o menor medida en mi rescate ,especialmente al cuerpo de bomberos de Elche que izo un gran trabajo por su profesionalidad y su cuidado en el rescate al tener dos vertebras rotas con el cuidado y planificación para hacerme el menor daño posible ,gracias a cirujanos y a mi familia ,gracias a todos ellos puedo andar.

RELATO : CUANDO ME ROMPÍ LA ESPALDA


A veces cierro los ojos y todavía puedo escuchar aquel crujido seco.Ese sonido que nadie debería oír de su propio cuerpo.Ese sonido que separa un “antes” y un “después”.

Cuando me rompí la espalda hace cuatro años, sentí algo más que dolor.Sentí miedo.Un miedo primitivo, feroz, que me perforó el pecho y dejó mis manos temblando.No el miedo de caerse o lastimarse, sino el miedo de perderme a mí mismo.

Recuerdo estar en el fondo del canal, sin poder moverme, con la respiración entrecortada.El mundo seguía ahí —las voces, el cielo, el aire— pero yo ya no pertenecía del todo a él.Me sentía atrapado dentro de un cuerpo que ya no me obedecía.

Y entonces llegó el pensamiento.Frío.Implacable.Letal.

“¿Y si este es el final?”

No lo dije en voz alta.Ni siquiera pude.Pero retumbó en mi mente con una violencia que ningún grito podría igualar.

Empecé a imaginarme que no saldría de allí.Sentí cómo ese pensamiento me desgarraba por dentro, como si cada fibra de mi espíritu estuviera siendo arrancada lentamente.

Las noches fueron las peores.Cuando el dolor físico cedía, el dolor emocional atacaba sin piedad.La oscuridad no tenía piedad conmigo; me mostraba mis miedos con una claridad brutal.Cerraba los ojos y me veía atrapado, inmóvil, roto.

Hubo días en que lloré sin querer, sin poder evitarlo.El llanto salía solo, como si mis lágrimas supieran algo que yo todavía no era capaz de aceptar.Me sentía frágil, diminuto, como si un soplo pudiera derrumbarme otra vez.

Pero lo más devastador no fue el dolor, ni el miedo, ni la incertidumbre.Fue la sensación de perder el control de mi propio destino.Esa idea de que, por una sola fracción de segundo, todo lo que eras, todo lo que hacías, todo lo que dabas por sentado… podía desaparecer.

Y esa idea me perseguía.Me abrazaba por la espalda con dedos helados.Me decía:“Podrías haberte quedado postrado. Podrías no haber vuelto jamás a andar.”

Cada paso que doy ahora, cada movimiento, cada día en el que puedo levantarme y sentir el suelo bajo mis pies, es un recordatorio.Un recordatorio del sufrimiento.De la fragilidad.De lo cerca que estuve de perderlo todo.


No salí ileso.Nadie sale ileso de algo así.Pero sigo aquí.Sigo caminando.Y aunque aún me tiemble la voz al recordarlo, también sé que sobreviví a uno de los momentos más oscuros de mi vida.


Recuperación lenta, doloroso… pero real

La recuperación no fue un milagro repentino.Fue una guerra.Día tras día.Una batalla donde el enemigo era mi propio cuerpo… y mis propios miedos.

Hubo avances pequeños que parecían gigantes, y retrocesos que me hundían de nuevo en la desesperación.Hubo días en que creía que estaba ganando, y otros en que quería rendirme.

Pero aprendí a volver a confiar.En mis piernas.En mi espalda.En mi capacidad de resistir incluso cuando me sentía al borde del abismo.

Volver a bicicleta —aunque sea con miedo, con cautela, con cicatrices— se convirtió en un triunfo silencioso, íntimo, casi sagrado.Cada paso que doy hoy es un recordatorio de lo que estuve a punto de perder.

La herida que sigue ahí

La gente cree que uno “se recupera” y ya está.Pero hay heridas que no cierran, solo aprenden a convivir con uno.Y la mía está ahí:en la memoria, en las noches frías, en cada gesto que hago con cuidado por miedo a volver a romperme.

Pero también está ahí para recordarme lo que soy capaz de soportar.Lo que sobreviví.Lo que volví a ser.

Porque aquel día me rompí la espalda…pero no dejé que me rompiera el alma.Aunque estuvo cerca. Muy cerca.

Carmelo a 7/12/2025

ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page